jueves, 12 de septiembre de 2013

Bajarse al moro. José Luis Alonso de Santos

Hacía mucho tiempo que no leía una obra de teatro y la verdad es que tiene su punto.

Bajarse al moro es una historia que, a primera vista, podría resultar sencilla y asequible desde el punto de vista teatral, cuatro personajes principales, Chusa, Jaimito, Elena y Alberto, cinco si contamos las numerosas intervenciones de la madre de este último, y un escenario, el piso que comparten los jóvenes, pero que en el fondo recoge una crítica política, económica, educativa y social que refleja el sentir generalizado de toda una generación. Un drama disfrazado de comedia, en el que son habituales las alusiones y el vocabulario propio de las clases marginales del Madrid de los 80. Además, la habitación donde se desarrollan los distintos actos, recoge toda una serie de elementos culturales que ayudan a su contextualización y dan cuenta de la forma de pensar de los distintos personajes y de la clase social a la que pertenecen, un retrato de Lennon, pósters y revistas de la época como Vívora o Totem, casetes de Los Chungitos, la obra de Umberto Eco, Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas, o alguna obra de Whitman.

Chusa y su primo Jaimito viven en un pequeño piso del centro de Madrid, él se dedica a fabricar sandalias que luego vende en El Rastro y ella suele viajar a Marruecos a conseguir el costo que luego ambos venden, lo que se conoce como bajarse al moro. Son dos personajes que representan el lado desencantado de la vida pero que al mismo tiempo ofrecen una visión vitalista, optimista e idealizada de las situaciones que se les presentan y del futuro (sólo hay que fijarse en cada uno de los solos de Jaimito). Aunque la vida nunca les ha ido bien, siempre han sobrevivido. Alberto es policía y novio de Chusa, creo que representa un poco el orden establecido, la rectitud y el conformismo, pero también el egoísmo y el subjetivismo del yo individual, junto con su madre que es la desaprobación en persona de un estilo de vida, el que representan estos chicos, y que con sus histerismos y sus disparatados monólogos dibuja otra forma de pensar y de vivir, la "decente", con los estudios, el matrimonio, los hijos y el piso en Móstoles. Un día, Chusa se presenta en casa con Elena, una niña pija a la que acaba de conocer, el inconformismo que no pasa que cuatro rabietas, que se ha escapado de casa y con la que pretende compartir su próximo viaje a Marruecos. Elena guarda un pequeño secreto que será un gran inconveniente para la planificación del viaje y Chusa, en su empeño por ayudar, propiciará el acontecimiento que cambiará el futuro de los cuatro.

El resultado es una lectura muy dinámica, y Alonso de Santos consigue que el lector se haga una idea bastante clara de los personajes y su entorno, no sólo gracias a las acotaciones y los paréntesis si no también a través de diálogos, de lo que cada uno dice y como lo dice, de lo que con ello representan.

La representación teatral de esta obra se estrenó en Zaragoza en 1985 y, en ese mismo año, también en Madrid, con Verónica Forqué, Jesús Bonilla, Amparo Larrañaga y Pedro Mari Sánchez. Después, el propio Alonso de Santos dirigiría su reestreno en 2008. Fernando Colomo llevaría esta historia al cine en 1989 contando con Verónica Forqué, otra vez en el papel de Chusa, Antonio Banderas, Aitana Sánchez-Gijón, Juan Echanove y Chus Lampreave, y con la música del grupo Pata Negra de fondo. Después de haber leído esta obra, muy vinculada a otra del autor, La estanquera de Vallecas, creo que me animaré con la peli, una lástima que el otro día no pudiera verla cuando la pusieron en La 2.

Patri.

1 comentario:

  1. Me gustó mucho, lo leí hace unos años y del tirón, como dices es bastante dinámico.
    La peli me gustó bastante también =)

    Besotes

    ResponderEliminar

linkwithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...