Primer libro de la saga de Trajano, el
primer emperador hispano de la Historia. Más de mil cien páginas
que nos introducen en los primeros años de la vida de Trajano y las
vicisitudes más reseñables del poder imperial romano de la época,
desde Nerón hasta la coronación de Trajano. Periodo dominado por la
supremacía de los emperadores de la dinastía Flavia, Vespasiano,
Tito y Domiciano. Buena parte del libro gira en
torno a la figura de éste último, su personalidad y la
justificación de su pertinente asesinato, así como, el seguimiento
de los distintos actores que intervienen en la conjura. Este protagonismo termina relegando a un segundo plano, la trayectoria personal y
política de Trajano, supuesto protagonista de la saga.
Asistimos a un Imperio enredado en las conjuras de poder y en las constantes amenazas bárbaras en sus fronteras del norte y este. En ese escenario, poderosos ciudadanos provinciales comienzan a afianzarse en la órbitas de poder capitalino, como es el caso de los Trajanos, influyente familia hispana. Esta nueva savia parece atesorar los valores y virtudes romanos frente a una castigada y desgastada casta senatorial, a merced de los caprichos imperiales y el preponderante arbitrio de una insaciable guardia pretoriana...
Claro, un periodo tan largo da para mucho: la construcción del Coliseum; la finalización de las obras de la Domus Aurea; la preeminencia pública de los juegos circenses; el asedio y saqueo de Jerusalem; el auge y latente peligro de una Dacia gobernada por Decébalo; las campañas germánicas,...
Salvando el respeto que me infunde cualquier creación literaria, uno no puede soslayar las emociones y sensaciones percibidas durante la lectura, por ello, con más o menos acierto, traslado esas impresiones, ante todo, ponderables por otras experiencias y opiniones.
La verdad, me resulta igual de difícil hacer esta reseña como me resultó difícil completar la lectura del libro, que inicié y finalicé en múltiples ocasiones.
La tendencia de Santiago Posteguillo por alargar sus creaciones, va acompañada de un empeoramiento de las mismas. Las virtudes que mostraban sus primeros libros se han ido difuminando en unos escritos largos, carentes de frescura y gancho, que no logran mantener el ritmo narrativo y dramático, salvo en contadas ocasiones, alguna batallita y alguna lucha de gladiadores.
Y no es que se caiga en una compleja novela histórica, que sin duda parte de unos cimientos bien documentados, muy al contrario, la obra y por tanto la lectura resulta predecible, con todas las ideas muy mascadas y sin invitación a la reflexión; no hay lugar para la sorpresa, todo resulta muy plano, muy monótono, aspectos que en un libro de más de 1100 páginas invitan a la desconexión en múltiples ocasiones. A veces, de tanto repetir las ideas básicas, uno termina creyendo que se toma al lector por necio.
El maniqueísmo dominante en el tratamiento de unos
personajes carentes de atractivo, que ya afloraba en sus
primeros libros, se dispara hasta extremos que anula cualquier carisma e interés personal; no se simpatiza con ningún personaje, ni se saca sustancia alguna de ellos. Aunque
el aspecto maniqueo se tome como leitmotiv narrativo en muchas obras, uno termina creyendo que su abuso en esta obra, obedece más a un
talante justiciero; pero, ¿se trataba de escribir una novela histórica o un sumario?. En definitiva, unos
recurrentes etiquetados que no refuerzan la esencia de la mayoría de
los personajes y que para colmo ya dejan su semilla en las próximas
incorporaciones de la saga, como Adriano.
El predominio de los tejemanejes del
poder romano tratados con exagerada simplicidad, relegan a un segundo
plano las airosas narraciones bélicas, un handicap más del libro.
Con esta cuarta novela histórica que
leo del autor, me apeo de la causa trajana.
Voy a probar a leer esta saga, me gustó la de Escipión.
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