miércoles, 8 de febrero de 2012

Descansa en paz. John Ajvide Lindqvist

Es el verano de 2002 y un calor extremo asola la zona de Estocolmo, sus habitantes sufren fuertes dolores de cabeza, los animales se comportan de forma extraña y es imposible desconectar cualquier tipo de aparato eléctrico. El fenómeno se hace cada vez más insoportable hasta que la sobrecarga energética, en su punto más álgido, desaparece y los muertos comienzan a despertar.

En este desorden conocemos las historias concretas de tres familias. David, un joven humorista que pierde trágicamente a su mujer en un accidente de tráfico y que, de la noche a la mañana, se ve solo en el mundo, sin el amor de su vida y teniendo que cuidar de su hijo. Eva, su mujer, despertará y será de vital interés científico puesto que sería la persona vuelta a la vida que menos tiempo pasó muerta. Gustav, un periodista retirado, que también perdió a su nieto de manera inesperada hace unos tres meses. Para Gustav y para su hija Anna, el regreso de Elías es una segunda oportunidad para recuperar a su niño. Esta pareja es la que representa para mí la clave de la novela. El cuerpo del Elías está tan deteriorado que es difícil reconocerlo como el niño que fue en vida. Tanto la madre como el abuelo son conscientes de que el niño murió, que el cuerpo que representa a Elías no es Elías, pero no se ven capaces de abandonar su cuerpo, el cuerpo desvalido que una vez fue Elías. Y por último la pareja formada por Elvy y Flora, abuela y nieta, que representan la parte más espiritual de la historia, los aspectos más místicos y también religiosos. Son capaces de sentir las esencias de las personas, de leer sus pensamientos. Ambas jugarán un papel importante en la historia. Tore, el abuelo, muerto unos días antes también vuelve del depósito de cadáveres con la única intención de continuar con su vida allí donde la dejó. La primera parte es bastante triste pues la mayoría de las muertes son trágicas y prematuras pero después, el autor se centra en otros aspectos de la naturaleza humana y de la sociedad actual en general que no nos gusta reconocer pero que afloran a la mínima oportunidad. En definitiva, si algo podemos aprender de esta novela es que el miedo alimenta al miedo y el odio alimenta al odio.

John Ajvide Lindqvist se atreve incluso a desarrollar el lado sentimental de los muertos. Personas que vuelven a la vida como una segunda oportunidad. Almas desconcertadas ante su nueva situación. Con miedo a volver a lo desconocido.

Esta es la historia que he elegido para mi particular Mes del Terror. Desde una cierta distancia puedo decir que no me ha disgustado pero desde luego tampoco era lo que yo esperaba. No sé cómo no llegué a imaginar que el autor se centraría más en la parte sentimental y emocional que en la morbosa o sanguinaria como ya lo hizo en Déjame entrar. Queda claro que, el suyo, es otra clase de terror. Los que estéis deseosos de zombis hambrientos de carne humana ya os digo que no los encontraréis en esta novela pero sí os servirá para plantearos cosas más terroríficas relacionadas con las motivaciones de la vida y la muerte. Aspectos intangibles y desconocidos para el ser humano que tenidos en consideración fríamente dan mucho más miedo.

Patricia.

1 comentario:

  1. Me gustó bastante, y eso que con "Déjame entrar" dejó el listón bien alto =)
    A ver el próximo qué tal!

    Besotes

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