El argumento es fácil de entender así que no cuesta nada centrarse en la investigación y sólo me llevará unas pocas líneas exponerlo. Amaia Salazar es una joven inspectora de policía que vive y trabaja en Pamplona y a la que el descubrimiento de una niña asesinada junto al río Baztán, llevará de vuelta a su pueblo natal, Elizondo, del que prácticamente puede decirse que escapó en cuanto tuvo ocasión y al que sólo regresa en la fechas más señaladas. Sus planes pasan por quedarse en la casa dónde aún vive su tía Engrasi, junto a sus hermanas, pero la visita le costará cara pues los días que pasará en Elizondo la obligarán a revivir los pasajes más oscuros de su infancia. Pero, dejando a un lado la parte personal de la inspectora Salazar y centrándonos en los crímenes, porque sí, habrá más sucesos relacionados con la muerte de Ainhoa Elizasu, lo que más llama la atención de los investigadores es la forma en que aparecen dispuestos los cuerpos de las víctimas. En un momento determinado, se piensa incluso en la posible intervención de un ser que se cree habita en los bosques de Elizondo desde tiempos inmemoriales, el Basajaun o "Señor del bosque".
Claro que según la leyenda eso es imposible pues la naturaleza de los basajaunes es más noble, además sería mucho más lógico pensar que esos seres no existen, ¿verdad?. Yo más bien me inclinaría a pensar que, una vez más, la perversión y la maldad humanas superan a los más bajos instintos animales.
La cuestión es que la zona en la que se desarrolla la trama aún conserva fuertes raíces mitológicas que en ocasiones influyen en la manera en que sus habitantes tratan de explicar o justificar determinados acontecimientos. Es una peculiaridad geográfica que Dolores Redondo sabe aprovechar muy bien para dotar de interés a un caso que termina por ser predecible hacia la mitad de la novela. En mi opinión y respecto a esto, muestra sus cartas muy pronto pero también es verdad que de no hacerlo, la narración se desinflaría. En cuanto a lo de la intervención del Basajaun o la historia de Maria, otro ser originario de la tradición vasca, en ocasiones rodeado de cierta malicia y que viene a ser la representación femenina de la fecundidad, pues es un punto que dota a la historia de cierto encanto legendario pero eso es todo. Puede que con ello, la autora invite a creer en aquello en lo que se ha creído durante décadas, propiciado por la espesura de unos bosques que forman parte de la vida de estas familias.
Con lo único con lo que puedo decir que he disfrutado aunque de miedo admitirlo, es con las sesiones esotéricas que protagonizan Amaia, su hermana y la tía, y con los recuerdos de la inspectora respecto de su familia. Os aseguro que se os congelará la sangre en la venas sólo con tratar de imaginar cada una de las escenas que narra la protagonista.
El resto, se lee bien y es entretenido, quizá hay una parte que se vuelve un poco lenta pero luego todo se va desarrollando de una forma bastante lógica y puede que un poco precipitada, hasta llegar al desenlace.
Las últimas aportaciones, con las que la autora cierra la historia, me parecen demasiado parcas pero hay que tener en cuanta que es la primera parte de una trilogía, así que imagino que tratará de desarrollar el final en las siguientes entregas. Es una novela con la que no sientes haber perdido el tiempo pero que deja a su paso la necesidad de algo más. Por cierto, quedamos a la espera de la adaptación cinematográfica que ya está anunciada. Así que sí, esta novela, nos deja a medias en muchos aspectos.
Patricia.
P. D: Seguro que he leído novelas peores, pero así, en caliente, no le doy más de tres estrellas.
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